La casa de los espejos.
En Cádiz (España) en la parte antigua de la ciudad, cerca de
la Alameda, frente al monumento del marqués de Comillas junto al mar se sitúa
una antigua casa abandonada de la cual cuentan ser una casa encantada. En la
casa de los espejos vivió un capitán de barco con su esposa y su hija; la hija
le pedía a su padre cada vez que volviese de algún viaje este le trajese un
espejo. La hija fue creciendo y se convirtió en una bella joven, además era una
hija ejemplar, ante tanta graciosidad el padre solo tenía ojos para ella.
Pasaron y pasaron los años y su padre seguía regalándole espejos llegando a
tener una gran colección compuesta por espejos de muchos lugares del mundo. La
madre ante estos caprichos y la poca atención que recibía por parte de su
marido discutían día a día con su hija cuando este se encontraba de viaje, era
tan grande la envidia que en uno de los viajes enveneno a su hija para así
obtener la absoluta atención de su marido.
Al llegar el padre, de su esposa le dijo que su hija había
padecido una grave enfermedad y había muerto. El padre enloquecido no podía
creer que su ojito derecho había muerto y arremetía contra todo, cuando entonces
vio reflejado en los espejos la muerte de su hija y el envenenamiento por parte
de su madre. Al saber lo que realmente ocurrió logro que su esposa confesara,
fue encarcelada muriendo al tiempo; el esposo se marchó de la casa para no
volver jamás. La casa desde ese momento hasta el día de hoy continúa
inhabitada. Al entrar en esa casa un escalofrió te recorre el cuerpo y a veces
se puede escuchar llantos de una niña que fluye desde el piso de arriba, donde
se encontraba la habitación de la niña, la cual aún posee sus paredes cubiertas
por espejos intactos que a veces dejan de reflejar tu reflejo. Varias personas
que han estado al interior de esa casa y en habitación de la niña a sensación
es realmente inquietante.
El viaje.
Los dos jóvenes luego de arrebatarle la cartera a la anciana
descienden corriendo por la boca del subte, observan cuidadosamente al guardia
y asegurándose de no ser vistos saltan los molinetes, corren escaleras abajo
riendo victoriosos hasta llegar al andén y allí esperan.
Estaban tan llenos de energía que no podían mantenerse
quietos como si sus pies no tocaran el suelo. Agitados, movían sus cabezas
tratando de ver si alguien venia por ellos mientras sus manos temblorosas y
sudadas se repartían el poco dinero robado uno de os dos arrojaba la humilde
cartera a un lado de las vías.
Sienten una vibración intensa y un fuerte ruido, mientras ven
la luz acercarse a toda velocidad uno de ellos decía aliviado: Ahí viene
Segundos después el subte de detiene delante de ellos como
invitándolos a entrar. Se apresuran a subir ubicándose en el último asiento del
ultimo vagón para no llamar la atención.
Escuchan la chicharra que indican la partida, las puertas se
cierran y la maquina avanza, entonces uno de los jóvenes alardea: ¡Uh! Como
zafamos, lástima que es poca guita.
A estos su compañero le contesta no importa, ahora que
bajamos hacemos otra y ya está.
En ese momento llegan a una estación, pero el subte pasa sin
detenerse, ellos no parecen darse cuenta, luego se levanta y esperan juntos a
la puerta.
Llegan a otra estación, pero el subte tampoco se detiene, se
inquietan, notan que no hay nadie en el vagón, así que avanzan a la siguiente,
pero tampoco encuentran pasajeros, así corren a lo largo del subte vacío, hasta
llegar al vagón guía.
La cabina del conductor está cerrada, golpea y gritan, pero
nadie responde, patean la puerta, pero no se abre, las ventanillas parecen
selladas. Se desesperan están atrapados.
Ven pasar las estaciones mientras gritas y hacen ademanes,
pero la gente no los mira, no parece notar la máquina que pasa sin detenerse,
cansado uno de ellos se sienta y le dice al otro que continuaba pateando las
puertas:
-
En
algún monteo vamos a llegar a la terminal y va a tener que parar.
-
El
otro lo mira y con tono preocupado le pregunta: ¿y si no para?
-
El
miedo y los nervios por no entender lo que ocurría los lleva a discutir entre
ellos.
-
¿Qué decís?
-
¡Acá no hay nadie!
-
¿Y
quién maneja?
-
Yo
que sé, ¿y si choca?
Se miraron fijamente
un momento en absoluto silencio y luego corrieron despavoridos al último vagón
creyendo que ese sería el lugar más seguro si el choque daba a lugar.
Se acomodaron a esperar el impacto, mientras el subte
avanzaba, pero nada ocurría, se preguntaban:
-
¿Cuánto
falta?
-
No
se
Pasaba el tiempo ya la pregunta era
la misma ¿Cuánto falta?
Entonces uno de ellos dijo:
-
Algo
está mal.
Y no volvieron hablar, temían hacer la pregunta porque ya
sabían que nunca llegarían, que no habría ningún choque y que el subte no se
detenía.
La máquina aun avanza rugiendo incansable por los eternos y
oscuros túneles, los jóvenes solo pueden ver de tanto en tanto alguien rostro
lejano en alguna estación sin nombre.
Extraños que no los ven, estaciones que se vuelven cada vez
más parecidas. Pero mientras las vías sigan extendiéndose delante de ellos solo
les quedara esperar.
Sarah y Jennifer.
Esta historia paso hace muchos años en un lugar alejado de la
ciudad, en un pueblo de Nueva Jersey (EEUU)… No se sabe si lo que paso fue
verdad o si es solo una leyenda; pero los inquilinos que ahora viven en la casa
donde ocurrió la desgracia dicen que a veces por las noches oyen los gritos de
una chica, de voz parecida a la de la primera, pero más bonita y clara, como si
fueran la voz de las dos hermanas adolecentes. Bueno; el caso es que, hace 40 o
50 años atrás, en una casa grande de un pueblo de Nueva Jersey, vivía un feliz
matrimonio con dos hijas de la misma edad, Sarah y Jennifer, unas adolecentes
de 16 y 17 años (Jenniffer era la mayor).
Era una familia que lo tenía todo: amor, bastante dinero… los
padres creían que eran la familia perfecta, pero ignoraban algo respecto a sus
hijas: el gran odio que Sarah sentía hacia Jenniffer. Le tenía una gran envidia
a su hermana: ya que era más guapa, más alta, tenía más suerte en los chicos,
era admirada por todos, tenía una voz más bonita, era las más popular, era la
mayor de ellas dos… pero había algo que Sarah envidiaba muchísimo de Jennifer,
mucho más que cualquier otra cosa: sus ojos. Jenniffer no era vanidosa no
soberbia, pero no pido evitar decir que sus ojos eran du mayor orgullo, estaba
orgullosísima de ellos, no paraba de alucina ron sus ojos, y es que eran
perfectos: de un azul precioso, brillantes… y todos la admiraban por eso todo
el mundo le comentaba que tenía unos ojos preciosos.
El caso es que Sarah se quedó pensando en su cuarto sobre
cómo podría destruir a su hermana Jennifer, ya que la odiaba mucho, y se le
ocurrió una idea bastante cruel y sanguinaria, aunque no era raro porque Sarah
se estaba volviendo loca y enferma mental. Su principal objetivo era hacer que
los ojos de Jenniffer dejaran de molestarla con su belleza y que de paso Jennifer
dejara de ser la mejor en todo. Mientras Sarah se quedó en la casa preparando y
materializando su plan, Jenniffer estaba dando la vuelta con las amigas por la
ciudad, y los padres se habían idea al cine y al teatro, así que fue la ocasión
perfecta para trazar su plan sin que nadie la viera.
La casa de los Espejos.
Introducción: Cuenta la historia en Cádiz (España)
en la parte antigua de la ciudad, cerca de la Alameda, frente al monumento del
marqués de comillas junto al mar se sitúa una antigua casa abandonada de la
cual cuentan ser una casa encantada. En la casa de los espejos vivo un capitán
de barco con su esposa y su hija; la hija le dependía a su padre que cada vez
que volviese de algún viaje este le trajese un espejo, la hija fue creciendo y
ella se convirtió en una bella joven, además era una hija ejemplar, ante tanta
grandiosidad el padre solo tenía ojos para ella.
Desarrollo:
Pasaron y pasaron y pasaron los años y su padre seguía regalándole
espejos, llegando a tener una gran colección compuesta de muchos espejos de
muchos lugares del mundo. La madre ante esos caprichos la poca atención que
recibía por parte de su marido discutía día a día con su hija cuando este se
encontraba de viaje, era tan grande la envidia que en unos de los viajes
enveneno a su hija para así obtener la absoluta atención de su marido.
Al llegar el
padre, su esposa le dijo que su hija había padecido una grave enfermedad y
había muerto. El padre enloquecido no podía creer que su ojito derecho había
muerto y arremetía contra todo, cuando entonces vio reflejado en los espejos la
muerte de su hija y el envenenamiento por parte de su madre. Al saber lo que
realmente ocurrió logro que su esposa confesara, fue encarcelada muriendo al
tiempo; el esposo se marchó de la casa para no volver jamás.
Conclusión: La casa desde ese momento hasta el
día de hoy continúa inhabitada. Al entrar en esa casa un escalofrío te recorre
el cuerpo y a veces se pueden escuchar llantos de una niña que fluyen desde el
piso de arriba, donde se encontraba la habitación de la niña, la cual aún posee
sus paredes cubiertas por espejos intactos que a veces dejan de reflejar tu
reflejo. Varias personas que han estado al interior de esa casa y en la
habitación de la niña la sensación es realmente inquietante.
El viaje.
Introducción: Cuentan que dos jóvenes luego de
arrebatarle la cartera a la anciana descendieron corriendo por la boca del
subte, observan cuidadosamente al guardián y asegurándose de no ser vistos
saltan los molinetes, corren escaleras abajo riendo victorioso hasta llegar al
andén y allí esperar. Estaban tan llenos de energía que no podían mantenerse
quietos, como si sus pies tocaran el suelo. Agitados, movían sus cabezas
tratando de ver si alguien venia por ellos, mientras sus manos temblorosas y
sudadas se repartían el poco dinero robado uno de los dos arrojaba la humilde
cartera a un lado de las vías. Sienten una vibración intensa y un fuerte ruido,
mientras ven la luz acercándose a toda velocidad uno de ellos dice aliviado:
Ahí viene, segundos después el subte se detiene delante de ellos como
invitándolos a entrar. Se apresuran a subir ubicándose en el último vagón para
no llamar la atención.
Desarrollo: Escuchan la chicharra que indica a
partida, las puertas se cierran y la maquina avanza, entonces uno de los
jóvenes alardea: ¡Uh! Como zafamos, lástima que es poca guita. A esto su
compañero le contesta: no importa, ahora que bajemos hacemos otra y ya está. En
ese momento llega a una estación, pero el subte pasa sin detenerse, ellos no
parecen darse cuenta, luego se levantan y esperan junto a la puerta. Llegan a
otra estación, pero el subte tampoco se detiene, se inquietan, notan que no hay
nadie en el vagón así que avanzan al siguiente, pero tampoco encuentran
pasajeros, así corren a lo largo del subte vacío hasta llegar al vagón guía. La
cabina del conductor está cerrada, golpean y gritan, pero nadie responde,
patean las puertas, pero no se abren, las ventanillas parecen selladas. Se
desesperan, están atrapados. Ven pasar las estaciones mientras gritan y hacen
ademanes, pero la gente no lo mira, no parecen notar la máquina que pasa sin
detenerse. Cansado, uno de ellos se sienta y le dice al otro que continuaba
pateando las puertas:
-En algún
momento vamos a llegar a la terminal y va a tener que parar.
-El otro lo mira y con tono preocupado le
pregunta: ¿y si no para?
-El miedo y
los nervios por no entender lo que ocurría los lleva a discutir entre ellos.
- ¿Qué
decís? - ¡Acá no hay nadie! - ¿y quién maneja? -Yo que se ¿y si choque?
Conclusión: Se miraron fijamente un momento en
absoluto silencio y luego corrieron despavoridos al último vagón, creyendo que
ese sería el lugar más seguro si el choque daba lugar. Se acomodaron a empezar
el impacto, mientras el subte avanzaba, pero nada ocurría, se preguntaban: -
¿cuánto falta? – No sé. Pasaba el tiempo y la pregunta era la misma ¿Cuánto
falta? Entonces uno de ellos dijo. – Algo está mal.
Y no
volvieron a hablar, temían hacer la pregunta por qué ya sabían que nunca
llegarían, que no habría ningún choque y el subte no se detendría. La máquina
aun avanza rugiendo incansable por los eternos y oscuros túneles, los jóvenes
solo pueden ver en tanto algún rostro lejano en alguna estación sin nombre.
Extraños que no los ven, estaciones que se vuelven cada vez más parecidas. Pero
mientras las vías sigan extendiéndose delante de ellos solo les quedara
esperar.
Sarah y Jennifer.
Introducción: Cuentan que esta historia paso hace
muchos años en un lugar alejado de la ciudad, en un pueblo de Nueva Jersey
(EEUU)…los nuevos inquilinos que ahora viven en la casa donde ocurrió la
desgracia dicen que a veces por las noches oyen los gritos de una chica y los
llantos de otra chica, de voz parecida a la de la primera, pero más bonita y
clara, como si fuera las voces de dos hermanas adolecentes.
Desarrollo: Bueno: el caso es que, hace 40 o 50
años atrás, en una casa grande de un pueblo de Nueva Jersey, vivía un feliz
matrimonio con dos hijas de la misma edad, Sarah y Jennifer, unas adolescentes
de 16 y 17 años (Jennifer era la mayor). Era una familia que lo tenía todo;
amor, bastante dinero… los padres creían que eran la familia perfecta, pero
ignoraban algo respecto a sus hijas: el gran odio que Sarah sentía hacia
Jennifer. Le tenía una gran envidia a su hermana; ya que era más guapa, más
alta, tenía suerte con los chicos, era admirada por todos, tenía una voz más
bonita, era la más popular, era la mayor de ellas dos… pero había algo que
Sarah envidiaba muchísimo a Jennifer, mucho más que cualquier otra cosa: sus
ojos. Jennifer no era vanidosa ni soberbia, pero no podía evitar decir que sus
ojos era su mayor orgullo, estaba orgullosísima de ellos, no paraba de alucinar
con sus ojos, y es que eran perfectos: de un azul claro precioso, brillantes… y
todos la admiraban por eso, todo el mundo le comentaba que tenía unos ojos
preciosos.
Conclusión: El caso es que una tarde Sarah sobre
cómo podría destruir a su hermana Jennifer, ya que la odiaba mucho, y se le
ocurrió una idea bastante cruel y sanguinaria., aunque no era raro porque Sarah
estaba volviéndose loca y enferma mental. Su principal objetivo era hacer que
los ojos de Jennifer dejaran de molestarla con su belleza, y que de paso
Jennifer dejara de ser la mejor en todo. Mientras Sarah se quedó en la casa
preparando y materializando su plan, Jennifer estaba dando una vuelta con las
amigas por la ciudad, y los padres se habían ido al cine y al teatro, así que fue
la ocasión perfecta para trazar su plan sin que nadie la viera y tuvo la
oportunidad de aplicar su plan.